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Amor propio | 15 OCT 2015
Lo que aprendí de mi cuerpo con mi cirugía


Es curioso. Nunca pensé que terminaría haciéndome una cirugía plástica y, además de todo, que fuera para hacer más chico mi busto. La mía es de las historias que casi no se comparten, porque no es pasar de bubis chiquitas a gigantescas, sino al contrario.

La verdad es que siempre he sido muy anti-hospitales. No me gusta casi ir a consultas médicas, porque no tengo mucho estómago para eso. Pero aún así, una vez que me surgió la idea de mi cirugía, me puse a investigar lo más que pude y al final me decidí.

La verdadera experiencia no está en sí en el procedimiento, de hecho, recuerdo muy poco (si no es que nada) de él. Fue como quedarme dormida, entré al quirófano y en un pestañas (seguro por la anestesia) abrí los ojos y ya había terminado todo.

Lo interesante vino después. Lidiar con las molestias, productos complementarios, cuidados y todo lo demás parecía algo difícil y constantemente me preguntaba si había valido la pena. Claro, en ese momento no podía ver más allá de los dolores de recuperación y el busto inflamado por el procedimiento.

La historia de como mi procedimiento me cambió la forma de verme a mí misma

Sin embargo, cuando todo eso quedó atrás, comenzó mi luna de miel. ¡Estaba fantástico! Para mí, mi nuevo busto se veía increíble, a pesar de que muchos de mis amigos hombres bromeaban acerca de que hubiera querido hacerlos más pequeños.

Ayudó mucho a mi salud y mi postura, ya no me cansaba tanto la espalda, podía hacer ejercicio más cómoda y sentía mis proporciones del cuerpo mucho más estéticas. La inflamación bajó y las molestias se fueron, entonces pude ver los resultados. La cicatriz que temía fuera a ser muy visible, se convirtió en una pequeña marca debajo de mis senos. ¡El mundo era mío!

Pero luego, regresó el problema. No físico, sino emocional y que todas las mujeres experimentamos. Comencé a cuestionar mi cuerpo de nuevo, mirándome al espejo: mis piernas, mi abdomen, mis brazos… encontraba defectos aquí y allá… No he considerado hasta la fecha alguna otra cirugía, pero entendí que hacer algo por ti es un regalo a tu autoestima. Descubrí que tienes que amarte como eres y que cuando algo no te gusta mucho, tienes el poder de cambiarlo.

Estoy empezando una dieta y voy al gimnasio con regularidad, para tratar de corregir lo que aún no me encanta, pero mi cirugía me ayudó a hacer las paces con mi figura. Ahora que veo mi busto se me hace perfecto y el resto, ya no mal, sino simplemente humano.

No me arrepiento de mi decisión ni por un minuto. Si bien a veces, como todas, caigo en el martirio de pensar en cuántas calorías me he comido o en si debería o no trabajar más mi abdomen, son cosas que no me molestan tanto porque, aunque sé que tal vez no tenga todo un cuerpo perfecto, al menos sé que hay una parte de mí que puedo mirar en el espejo y decir: “esto es perfecto y hermoso, porque yo así lo decidí”; eso me recuerda el amor que me tengo a mí misma y me da la certeza de que algún día amaré de igual manera al resto.

 

Mariana H.

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